Con mi perro y mi sombrero me largué por los caminos
y a la vuelta ni le cuento lo que anduve, lo que he visto.
Bien clavado en la montaña, el viejo templo del indio,
que ahora baja a las ciudades silencioso y de mendigo.
A los dioses del petróleo ví rezar negros y blancos
y sudando como potros lo iban llevando a los barcos.
Y, en los puertos, mil mujeres pa' venderse en las tabernas,
aguardiente de dos pesos y cuchillos y peleas.
Ví mineros, como moscas, abrazarse a unos piedrotes,
pa' arrancarles las pepitas que, pa'l norte, va en aviones.
Y, después, rodeando el fuego, con los últimos alientos,
bailes y cantos antiguos de plegaria y queja al viento.
A mi perro lo he vendido pa' comprarme un poco'e vino,
y el sombrero lo he perdido por el viento del camino.
Y me quedo en este mundo sin un perro que me ladre.
Y... ¿pa' qué? si yo soy todos y toditos somos nadie.
(repite)